Todo contiene agua, cuerpos humanos, aire, sangre, partículas de agua nos rodean.
En invierno las calles de Santiago se inundan y muchos comienzan a ser pez. Peces de distintos tamaños y formas, con colores húmedos y brillantes.
Entre tanto movimiento y silencio sumergido en el bullicio de la ciudad, el calor de los terrestres se percibe, todos rojos y vibrantes, siempre intensos.
Cuando llega la lluvia, los aromas desvelan emociones, terrícolas acercándose a lo mojado y a acuáticos atraídos por el color. Es algo necio de ver, esa atracción de opuestos, esa exploración de lo distinto. El crecimiento que generan dos.

Rayo Pizarro A.